jueves, 16 de julio de 2015

Ayudemos a los Niños a Identificar Sus Emociones






Paradójicamente comienzo a escribir sobre lo que ocurre con los adultos cuando buscan ayuda emocional. En la gran mayoría de las ocasiones, solicitan servicios de coaching profesional y/o terapia psicológica, porque están ansiosos, deprimidos, frustrados, no han tenido éxito en sus trabajos, sienten miedos fuera de proporción. Sin embargo, cuando se le pregunta: ¿cuándo comenzó ésto en tu vida? Vale la pena, observar las reacciones de desconocimiento.


Desde nuestro nacimiento venimos en nuestro repertorio de conducta con unas emociones básicas como el miedo, coraje y alegría. Comenzamos a procesar la información desde dos niveles diferentes. La mente consciente y la mente inconsciente. Un infante ante una situación emocional de hambre o miedo, va a presentar unas reacciones fisiológicas, que no comprende del por qué ocurren. Si los padres le van hablando e interpretando, lo que significa su reacción (aunque uno piense que ese infante, no comprende aún), el menor va estableciendo una conexión neuropsicológica, de causa-efecto.


 Una relación causal en nuestras emociones y reacciones, nos permite luego una comprensión e identificación corporal, vestibular, cinestésica, de cómo surge una emoción y nos conduce a desarrollar inteligencia emocional. 

 

La sordera emocional de los padres y cuidadores le quita la oportunidad existencial de ese infante conocer su SER, desde las primeras etapas de desarrollo. Los niños desarrollan, lenguaje propioceptivo (El proceso de percibir sensaciones del movimiento, la orientación, el equilibrio, la planeación motora, ubicación de sí en el espacio, con las emociones correspondientes a la experiencia, etc). 


Muchas habilidades y emociones se basan en esta propiocepción y elevan o disminuyen la calidad de vida del individuo ya que impactan en cómo se ubica y mueve en el mundo, así como en procesos de habla y comunicación. Por eso es importante guiar al infante, permitirle explorar y ofrecerle retroalimentación positiva y segura, aunque explicando los riesgos, sin gritos, amenazas o golpes. De aquí la importancia de aquellos que planifican una familia, o que ya son padres, tomar algunos cursos de Inteligencia Emocional. 

Al fin y al cabo, ese crecimiento y desarrollo biopsicosocial de ese menor, depende en gran manera de nosotros, como familia y del entorno que nos rodea. Si entendemos y somos capaces, tendremos mayor potencial para lidiar con los estresores medio-ambientales. De esto depende el éxito o fracaso en el futuro. 

Recientemente atendí una menor de seis años muy pequeña de estatura,  en la escuela otra menor de ocho años, alta y con una fuerte constitución física la amenazó con darle y quitarle las amiguitas (Bulling). Anita, se levantó como un resorte, levantó sus hombros, le señaló con el dedo índice entre las cejas y con seguridad le dijo: “Atrévete, no sabes de lo que soy capaz de hacer”. Con esto la despachó y la otra le contestó: “Hay mija, no era para tanto, creí que me ibas a comer”. 

Ahora Anita, es la más pequeña de estatura, pero la más fuerte emocionalmente de la escuela. Solo el saber reaccionar y unas cuantas posturas corporales, cambiaron la historia. Anita y sus padres, que son muy jóvenes, han recibido clases de Inteligencia Emocional. Esto hizo la diferencia. El conocimiento de cómo funciona nuestro cuerpo, por donde viajan las emociones, cómo podemos aprender a manejarlas, es lo que nos lleva a tener éxito en la vida. Esto es porque nos conducen al autoconocimiento, automanejo efectivo, autocontrol, y otras características positivas de una persona emocionalmente balanceada.

 

Con mucho cariño, 

Dra. Aracely Ortiz López  LC I. Hipnocoach

 gaviotacree@gmail.com 

Tel. 1-787-8695009

 gaviotacreeblogspot.com

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