jueves, 1 de octubre de 2015

Desde Mi Ventana

          


                               DESDE MI VENTANA


Fueron  segundos de destellos, maravillosos momentos donde vislumbré fulgores, resplandores de colores...centelleos, luces de vida de dos hermosas avecillas....matices de tonalidades similar al arco iris. Dos diminutas y hermosas avecillas construyendo su nido, entre las rejillas  de mi ventana, en un hogar tibio y melodioso.

¡Fue asombroso!  Presenciar y ser testigo en ese momento azaroso al observar la inteligencia de Dios en el proceso de la creación.  Estaban unidas en un trabajó armonioso y perfecto. Entrelazaban pajillas, como las más avezadas tejedoras de hilos del más costoso algodón egipcio. Expertas avecillas y afanosa pareja, en una misión maravillosa de construir su hogar pasajero. Porque como el de ellas, también el nuestro es temporal y efímero.

Pensamos equivocadamente que son unas simples aves, pero su inteligencia, es más grande que la nuestra. Ellas son independientes, saben cuándo tomar su alimento y agua. Y nosotros los humanos muchas veces tan dependientes y dejados. Pasamos por esta existencia y ni tan siquiera dejamos un techo para nuestra prole. Hijos que arrastran pesadas cadenas de disfunción y dolor generacional, que daña la genética espiritual de nuestra descendencia.

Estas avecillas, trabajaban fuertemente, en orden divino,  un equipo perfecto, en armonía, cantando hermosos trinos, sin chocar con la tensión y el enfurecimiento.
Su trabajo, para su tamaño corporal, era arduo. En un día, donde se mezclaba el sol, la brisa y lloviznas esporádicas.  Esto nosotros lo consideraríamos adversidades, tropiezos, para buscar un pretexto y soltar las responsabilidades. Pero ellas sabían que el tiempo cuenta y seguían.

Ese hogar representaba el amor, responsabilidad, la copulación, procreación de la especie, una futura generación. Esas ramas entretejidas, eran ahora mis maestras.  Pues me creaba consciencia de que mi tiempo cuenta y que también vine a esta existencia, ya que tengo proyectos existenciales, humanitarios, pues reconstruyo vidas. Creo biografías, cambio las historias de las familias que se acercan al calor de mi nido profesional.

Como ellas, también soy arquitecta de la experiencia de otros, escultora de emociones, similarmente persevero, me enfoco, continúo. Pero es que he aprendido de la naturaleza, a renovarme, para continuar con la misión que tengo, crear consciencia de que debemos sanar. Hacer un mundo mejor.
Todo desde mi ventana, un aprendizaje continuo, hermoso, vivido. Unas avecillas multicolores, con un arco iris de vestido, bajo una cobija húmeda, con milagrosos agujeros de rayos de sol tibios, que ayudaban a masajear sus músculos, aliviar la fricción de la motivadora faena, realizada con esmero y perfección.

Que otras cosas podré aprender, desde mi ventana. El hogar que entretejí con hilos dorados de amor, una cobija suave, entre mascotas y un ser de ensueño, cálido, apasionado, con piel a sabor de almendras y caramelo en su pelo.

La ventana continúa en su lugar. Yo me muevo, vuelvo a observar a través de esos espacios maravillosos, a ver que aprendo...recuerda, que solo debemos estar alerta. Estoy de frente ante la naturaleza. Mi mente abierta, ella es mi maestra. 

Hoy los tutores fueron las avecillas. ¿Quiénes serán mis mentores ahorita?  Mantente receptivo o receptiva, la vida tiene muchos cauces. Quizás me toque a mí, ser tu alumna. Si fuera así... ¡Bienvenido maestro(a)!

Con mucho cariño.

Dra. Aracely Ortiz López
Life Coach Integral, Hipnocoach


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